HE OÍDO DESCRIBIR A CAPADOCIA COMO UN POEMA GEOLÓGICO. YA SABE "ESCRITO POR EL VIENTO, EL AGUA Y EL TIEMPO". ÉSA ES UNA MANERA DE DECIRLO. LA OTRA ES QUE LOS VALLES DE ESTA REGIÓN —A 760 KILÓMETROS DE ESTAMBUL— ESTÁN PLAGADOS DE CURIOSAS FORMACIONES ROCOSAS CONOCIDAS TÉCNICAMENTE COMO 'CHIMENEAS DE HADAS'. ESE PAISAJE SURREALISTA-LUNAR-VOLCÁNICO-ERÓTICO SORPRENDE A QUIEN SEA, INCLUSO A LOS DE CORAZÓN MÁS DURO.
Llegamos a Capadocia en automóvil en
una noche de oscuridad total. Claro que no manejábamos nosotros, sino Charlle, nuestro guía contratado desde Estambul. Habíamos visitado antes Troya, Éfeso, Pamukale, Konya y Capado-cia era nuestro último punto del recorrido. Nos metimos por unas callecitas muy estrechas y después nos detuvimos frente al hotel Yunak Evleri. Comité de bienvenida: gerente del hotel y tres hombres que durante nuestra estancia hicieron de maleteros, meseros y todo lo demás que se pudiera ofrecer. El gerente hablaba un inglés muy inglés, pero sus asistentes se las arreglaban con el idioma universal de la sonrisa y los gestos, además por supuesto del incomprensible y bellísimo turco. Los cuatro nos acompañaron hasta nuestra habitación, a la que llegamos por una escalera exterior de piedra iluminada por unos curiosos faroles.
Supe que hada los siglos v y vi había unas mil comunidades cristianas viviendo en Capadocia, escarbando en las cavernas para hacer iglesias y habitáculos, a veces para protegerse de los romanos. Pero la cueva en donde nos hospedamos, mil cuatrocientos años después, tenía todos los lujos y comodidades con las que nunca soñarían aquellos protocrlstianos: baños de mármol con regaderas de puertas transparentes —y en las habitaciones más caras, jacuzzi y baño de vapor—, camas hipoalergéni-cas adornadas con bordados de hilo de oro, muebles y cortinas otomanas y pisos de madera cubiertos por múltiples tapetes turcos de tres nudos, que según los turcos son infinitamente superiores en calidad a los persas. Eso sí, no había televisión.
El gerente nos contó que el hotel fue construido en seis cuevas consideradas monumentos históricos, así que durante la obra de adaptación revoloteaban en todo momento supervisores del Instituto de Arqueología para que se respetara la construcción original. Cuatro años duró la restauración de las cuevas para convertirlas en hotel. Así es como llegó a tener finalmente 27 habitaciones, todas ellas diferentes.
A la hora de cenar nos dirigimos al lobby, una construcción griega del siglo xix cuyo decorado interior es también de estilo otomano (hay un salón para ver televisión o escuchar música, con computadora, internet y una pequeña biblioteca para uso de los clientes del hotel). Era un poco extraño que aquellos cuatro hombres Insistieran en acompañarnos a todos lados, pero con ellos llegamos al comedor, un salón muy agradable con varias mesas, aunque sólo una de ellas elegantemente puesta con mantel de lino y vajilla de porcelana.
Claro, éramos los únicos huéspedes del hotel, por varias razones. Primero, porque era temporada baja en Capadocia; segundo, porque la guerra y el terrorismo habían disminuido la afluencia de turistas; y tercero, porque era el Ramadán (época en que los musulmanes sólo comen antes de que salga el sol y después de que se ponga), por lo que tampoco había turismo interno en el restaurante, aunque los extranjeros, por fortuna, están exentos de respetar la tradición del ayuno.
Y qué bueno, porque nunca imaginamos que Capadocla nos deparara tan grata sorpresa culinaria, con platos deliciosos de cuyos nombres y contenidos desgraciadamente nunca nos enteramos pues nuestro mesero, quien se encargaba de ofrecernos un servido archiformal (con mano en la espalda y toda la cosa), no hablaba más que turco. Cada plato era delicioso, presentado con suma elegancia, y así se lo comentamos al gerente cuando vino a saludarnos después de la cena. Me sorprendió saber que todo era cocinado por mujeres locales, con recetas típicas de Capadocia, un poco adaptadas al gusto occidental. Había hojas de parra rellenas, una deliciosa sopa de yogur, empanada de pasta filo (pasta hojaldrada de origen árabe) y mucho cordero, acompañado todo con vino turco, costumbre curiosa en un país tan musulmán.
El Idioma nunca fue una barrera con el gerente pero sí con los demás miembros del staff. Cuando llamaba para pedir el desayuno y decíamos breakfast nos contestaban que yes y se pasaban e teléfono unos a otros, pero cuando llegábamos al restaurante no había nada preparado y se armaba una conmoción entre el personal mientras elaboraban apresuradamente nuestro desayuno turco (delicioso por cierto), incluido en el precio de la habitación. El mismo problema tuvimos cuando nos llamaron de larga distancia y nadie entendió nada, de lo que nos enteramos unas semanas después, a nuestro regreso. La solución al problema del desayuno fue fácil, pues por la noche dejábamos recado con el gerente y todo funcionó de maravilla.
En Capadocia se pueden pasar días y días visitando esas formaciones rocosas dentro de las cuales fueron cavadas iglesias y monasterios revestidos de frescos bizantinos, muchos en muy buen estado de conservación. Además hay ciudades subterráneas de hasta 10 pisos de profundidad en donde los antiguos cristianos se podían esconder y subsistir hasta por seis meses cuando había invasiones.
Después de un día de turismo inolvidable nos esperaba otra deliciosa cena en e\ hote\ y un descanso completo en nuestra cama con colchón ortopédico, almohadas y edredón de plumas de ganso. Fue corno a las tres de la mañana cuando nos despertamos sobresaltados al escuchar el ruido de tambores. Parecía que un ejército estuviera pasando delante de nuestro hotel. Pensé que estando tan cerca de Irak quizá les habría dado por invadir Turquía. Incomunicados como estábamos con el personal del hotel, no podíamos preguntar qué estaba pasando, y lo único que nos quedó fue dormirnos de nuevo.
Charlie, nuestro guía, nos comentó al día siguiente que, durante el Ramadán, a falta de despertador la gente le pagaba a un tamborilero para que viniera a tocar debajo de su ventana a las tres de la mañana y así tener tiempo de levantarse, preparar el abundante desayuno y comer antes de que saliera el sol. El tamborilero, después de terminar su recorrido regresa por el mismo camino a ver si las casas tienen la luz encendida y de no ser así vuelve a tocar hasta asegurarse de que se han despertado. Aunque hoy en día todo mundo tiene despertadores se sigue conservando esta tradición.
A pesar de los tamborazos y de los problemas de comunicación, pasamos unos días espectaculares en este curioso hotel.
HOTEL YUNAK EVLERI
istá en el centro de Urgup (Yunak Mahallesi 50400) y es el ugar perfecto para tomar como base al hacer excursiones ior la región.
:90 (3841 341 6920
:90 (384) 341 6924
www.yunak.com [email protected]
tebitación sencilla: 85 dólares Jabitación doble.- 110 dólares
EN CAPADOCIA SE PUEDEN PASAR DÍAS Y DÍAS VISITANDO ESAS FORMACIONES ROCOSAS DENTRO DE LAS CUALES FUERON CAVADAS IGLESIAS Y MONASTERIOS